viernes, 27 de febrero de 2015

Cuento: La última oportunidad

Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca cancelando su número. El director le ha dado un ultimátum. Exige una demostración pero, ¿qué hacer si no quieren actuar con público?
Armado con una videocámara entra en la jaula y coloca las partituras en los atriles. Cuando golpea los barrotes con la batuta, los siete leones se desperezan y alinean frente él. Los mira uno a uno a los ojos y, cuando están listos, empieza a marcarles el compás. Los animales tararean con rugidos y ronroneos una breve y poderosa versión a capella de Carmina Burana.
Sólo al acabar descubre horrorizado que la videocámara está apagada; que siempre lo ha estado.

viernes, 20 de febrero de 2015

Cuento: Espíritu de superación

- Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio con los dientes. No es suficientemente alto. Lo que es una pena, porque un trapecista sin brazos hubiese sido de lo más innovador.
- Pero puedo entrenar y mejorar para suplir mi falta de altura. Mi lema es que cada vez que te caes debes levantarte con el doble de ilusión.
- Eso aquí no funciona, mi joven amigo. En este circo trabajamos sin red.

viernes, 13 de febrero de 2015

Cuento: Todo puede fallar

Le faltarán, al menos, un par de centímetros para alcanzar la barra del trapecio. Y eso será todo. Después caerá a plomo hasta la red. Pero la red no estará. En su lugar debería esperarle el suelo. Pero también eso fallará.
Porque en esta vida sólo hay una cosa segura: el servicio exprés de Enterradores Vivó. Cavaremos su tumba y colocaremos el ataúd antes de que usted caiga muerto. No lo dude, ¡elíjanos! Somos los más rápidos, eficaces y baratos. Además, si añade nuestro servicio de Féretro Superacolchado quizá sobreviva y pueda volver a contratarnos. ¡Confíe en nosotros! No le dejaremos colgado ni aunque muera ahorcado.


viernes, 6 de febrero de 2015

Un detalle irresistible

Llevaban horas observándose sin hablar. Una lucha de silencios que ninguna de las dos parecía dispuesta a perder.
Ya se sabía de memoria aquella cara llena de arrugas. Había estudiado cada detalle de aquellos ojos grises. Estaban veteados con líneas azules que rodeaban unas pupilas grandes y negras como el carbón. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención de la vieja bruja era aquella verruga negra y voluminosa que coronaba la punta de su nariz aguileña. Allí crecían tres pelos con los que, estaba segura, podía hacerse una trenza. Pero no le daban asco. Al verlos sólo podía pensar en tijeras, pinzas e instrumentos de depilación. En eso y en todo lo que podría aprender cuando la otra mujer se decidiese a hablar.